Escribir, un sueño posible

Comencemos a analizar qué recursos debemos considerar para que un escrito tenga consistencia y, sobre todo, que transmita al lector lo que el autor siente en ese momento.

Opinión - En perspectiva16/01/2021 Sil Perez
  
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Composición fotográfica:Posdata Digital Press

POSDATA Digital Press |Argentina

WhatsApp Image 2021-01-16 at 23.56.21Sil Perez | Escritora | Poeta | Miembro  directivo de la SADE



Bienvenidos al nuevo espacio de la reconocida escritora Sil Perez, miembro directivo de la Sociedad Argentina de Escritores, autora de obras literarias en géneros narrativo, lírico y didáctico. Columnista de Posdata Digital Press.

A la hora de escribir, en la inmensidad de la duda, algo nos persigue como un lobo hambriento. Sin más preámbulos, nos encontramos ante la temida hoja vacía, que insistente nos reclama. 

Las horas transcurren, y la vigía nocturna se diluye en un silencio casi macabro. No queda otra que la inspiración, esa musa de la que esperamos que nos acompañe por el resto de la deseada travesía cursiva. Pero no nos pongamos tan poéticos, y comencemos a analizar qué elemento debemos considerar para que un escrito tenga consistencia y, sobre todo, que transmita al lector lo que el autor siente en ese momento.  Es que ese es, sin más, el verdadero sentido: despabilar emociones; que el lector vibre, sueñe, odie, ame, se enfurezca, se divierta, se excite, sienta miedo, terror, tristeza, alegría, ternura; que lo escrito tome vida propia en la imaginación de cada sujeto, pero sin perder las emociones; que el autor deje una huella indeleble al momento de narrar la historia. 

Pero la hoja aún sigue en blanco; entonces, no nos pongamos ansiosos, y pensemos qué queremos contar. Una vez definido el tema (que, por cierto, no es tarea fácil), consideremos cuál sería la estructura gramatical en el que se desarrollará la historia.  Es frecuente que en este punto comience a complicarse el panorama, ya que, si nos decidimos por un relato, debemos situarnos en un estado verbal y sostenerlo hasta el final. Es decir, no podemos comenzar escribiendo en presente y luego trasladar el cuerpo del texto al pasado o al futuro. Tanto el cuento como el relato deberán permanecer en la misma frecuencia verbal, a menos que, en la historia, se necesite puntualmente precisar un hecho particular que evoque un antecedente en ese contexto histórico. Acabo de mencionar el relato como un género a tener en cuenta pero, ¡cuidado!, el relato no es cuento, y viceversa. Confieso que, en más de una ocasión, presenté cuentos que, al momento de publicarlos, los mencionaron como relatos, y viceversa. 

La diferencia es sutil, y la define el contexto narrativo. Un relato se basa en hechos concretos, que pueden ser históricos, biográficos, anecdóticos. Su particularidad se sostiene con un cuerpo narrativo cuyo vínculo lineal no modifica el aspecto real de los acontecimientos.  El cuento es también un relato donde, además, se incorpora un elemento ficcional, un acontecimiento fantástico, irreal, que desestructura la narrativa y le asigna un final inesperado. No todos los finales impensados tienen que definirse en cuentos. Entre uno y otro, existe una delgada línea, donde la interpretación del lector y los factores que conjugan la historia pueden confundir y, al momento de intentar definirlos, jugarnos una mala pasada. 

En el caso de la poesía, existe una diferencia que la individualiza del relato y del cuento. La estructura poética se escribe en presente. Dentro de este campo, las variables de escritura son verdaderamente amplias. La poesía vanguardista, por ejemplo, se encuentra en la cúspide de la notoriedad. Su estilo suele ser directo y actual. Es por ello que se considera uno de los géneros más aclamados por la juventud. Su estilo es desestructurado, de protesta, con una estructura simple, y los condicionantes actuales suelen ser el motivo de festivos encuentros. En lo personal, confieso que mi estilo descansa en la poesía de contenido metafórico, una construcción sutil que se ancla en las emociones a partir de lo nostálgico, entre algunos de sus factores. Una modalidad poética que se enmarca en la riqueza simbólica y a partir de la cual se emprende un vuelo imaginario voraz.

Pero la hoja aún sigue en blanco, y tampoco tenemos definido el género. Aquí les recomiendo hacer una pausa, realizar una actividad para distenderse ya que, si consideran la escritura un compromiso, jamás podrán crear, ni mucho menos amarla. Para que las idean fluyan, deben primero pensar que escribirán porque desean hacerlo. El deseo es el disparador de las emociones. Y las letras, jeroglíficos que trascienden en el tiempo, tal vez porque en estos conviven los elementos emocionales que, como especie, nos pertenecen y nos identifican.  Entonces, a relajarse: seguramente, al regreso del recreo, la musa los toma del brazo y los lleva derechito al papel o al teclado. Y ahora sí, sujetos de la idea a la que daremos vida, comencemos con las primeras palabras. ¡Ustedes no se imaginan el momento sublime que están a punto de experimentar! Aguarden un momento, que voy por un café, y seguimos. . .

 

(Continuará)

 

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