El abuelo

En mi historia las cosas no se ocultarían, y las verdades comenzarían a mostrarse.

Columnas - La Palabra 02/04/2021 Jorge Alberto Rampinini
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POSDATA Digital Press | Argentina

Jorge-Rampinini

Por Jorge Alberto Rampinini | Por Jorge Alberto Rampinini  |   Escritor | Miembro de la SADE | Socio  de la Academia Argentina de Letras|Profesor en Tecnologias de información y comunicación    


Un día pensé que podría hacerlo. Tomé la lapicera y empecé a escribir un libro, una historia que es la historia de vida de una parte de mi familia.

Durante años fui recopilando datos, fotos, pequeñas cosas que en la casa están desde hace mucho tiempo. Algunas en cajones, otras en un rincón, pero allí están. 

En casa siempre contaron que el abuelo estuvo en la guerra. Pero de eso no se hablaba. Me criaron con la idea de que, a la sola mención de la palabra, su corazón se debilitaba un poco más. 

Las fotos, en una caja de madera, se guardaron en el sótano. Por la casa encontré medallas, jinetas de colores

que ya más grande las vi en un manual para Academia Militar. 

 Eso me mostró que como mínimo, el abuelo había llegado a ser coronel.

 ¿Pero Coronel de qué ejercito? ¿En qué guerra?

Una tarde no pude más, ¿Qué atrocidades estábamos ocultando con tanto temor o tal vez vergüenza? Aproveché que el abuelo miraba televisión y la familia se había ausentado con las compras y bajé por las escaleras al oscuro sótano, al prender la débil lámpara, en la semi oscuridad del lugar, rompí el candado de la caja. Estaba tan vieja, que se despedazó y cientos de fotos, cartas y medallas cayeron al suelo formando un collage extraño y patético.

Poco a poco vencí el miedo, comencé a mirar los objetos y a leer las cartas.

Allí estaba él, 35 años más joven. Alto, fuerte, casi diría invencible. Con sus soldados jóvenes, asustados, sucios y con miradas tristes y desencajadas.

El lugar era un monte gris, me lo imaginé frío y ventoso porque los soldados se escondían dentro de sus capotes rotos y sucios. Todo en la foto hablaba de miedo. El lugar estaba lleno de grietas.  Vi en el cielo una claridad lejana que la tropa ignoraba. Un cielo azul les formaba un techo con los colores patrios. 

Entonces entendí, el lugar donde estaban eran las Islas Malvinas. Y ese era el 14-06-1982 día en que los hicieron rendirse. Porque esos débiles hombres, fueron obligados a una guerra en la que creían como patriotas, y no con la cobardía de quienes buscaban un rédito político de la misma.

Una gran parte del país les dio la espalda, los escondió y lo siguen haciendo para no mostrar nuestra vergüenza por haberlos abandonado.

Algo se movió a mi espalda muy despacio. El abuelo estaba ahí. Caminaba, despacio y encorvado, un viejo coronel al que solo le quedaba la osamenta, pero un brillo de energía volvía a sus ojos cuando me vio con todas sus pertenencias. Lo acompañé al comedor. Por la televisión daban cuenta en las noticias de que habían comenzado en las Islas las excavaciones en Cementerio Argentino, para identificar a nuestros compatriotas.

Seguramente algunos de esos cuerpos fueron compañeros suyos.

Cuando llegó la familia, nos encontró abrazados llorando. Lo miré fijamente y le prometí, que no sé cuándo, escribiría su historia, una historia de valentía y muerte, porque la tenía allí, en sus fotos desparramadas en el sótano.

En mi historia las cosas no se ocultarían, y las verdades comenzarían a mostrarse.    


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