La leyenda del lago de Sanabria

"Tañen las campanas a gloria...y a difuntos"

El Arca de Luis 06/04/2021 Luis García Orihuela
LA LEYENDA DEL LAGO DE SANABRIA
Crédito:Pixabay

POSDATA Digital Press | Argentina

Luis García Orihuela

Por Luis García Orihuela | Escritor | Poeta | Dibujante

 

En el extremo noroccidental de la provincia de Zamora, una de las provincias que formaron el antiguo reino de León, se encuentra ubicado el lago de Sanabria, corazón de un gran parque natural poblado de robles, castaños, acebos y tejos, en sus veredas y valles conviven los lobos, los corzos, alguna que otra extraña lagartija autóctona y varias especies de peces, grandes salmones, barbos y truchas. Por sus cielos vuelan majestuosas águilas reales y halcones por el día, y búhos reales por las noches, compartiendo cielos y espacios con perdices y una multitud de pájaros de menor tamaño. Dice la ciencia que se formó con el deshielo de un enorme glacial hace mas o menos 100.000 años en el pleistoceno superior... pero cuenta la leyenda que una buena parte del lago actual estuvo en su día formado por un pueblo rico con buenas tierras de cultivo y una buena producción ganadera.

 Se llamaba Villaverde de Lucena y sus habitantes eran gente trabajadora y temerosa de Dios, que cumplía con las leyes y pagaban sus impuestos, vamos, gente de bien de toda la vida. Cuentan que un 23 de junio, vísperas de la fiesta de San Juan, comenzó a cubrirse el cielo, negras nubes se arremolinaban sobre la aldea y un fuerte viento empezaba a soplar, a media tarde una gran tormenta empezó a descargar y los aldeanos se retiraron a sus casas.  Ya había anochecido cuando llego a la aldea un peregrino al que el temporal había sorprendido en su viaje, fue llamando a todas las casas pidiendo refugio y asilo…pero nadie le socorrió. Ya abandonaba el pueblo cuando vio a lo lejos un reflejo de luz, allí dirigió sus pasos nuestro pobre y empapado peregrino, y así llegó a un horno de pan donde dos mujeres se afanaban confeccionando los productos que al día siguiente comerían sus paisanos en las fiestas. Las dos mujeres acogieron al desconocido, le dieron una manta para que pudiera poner a secar sus empapadas ropas, y compartieron con el su humilde cena, una buena jarra de agua fresca y un poco de vino, mientras seguían cociendo sus panes y pastas. Pasada la tormenta el hombre se dispuso a seguir su camino, las dos mujeres le prepararon un atillo con un pan y algo de queso y algunos frutos, lo que componía sus escasos víveres. El anciano las bendijo y les rogó que no salieran del horno hasta que levantara el sol. Las dos mujeres prometieron hacer lo que se les pedía y concluido su trabajo se tumbaron a descansar el resto de la noche.

 El viajero regresó al pueblo y dando unos golpes con su bastón maldijo en el pueblo a aquellos labriegos miserables incapaces de dar albergue a un peregrino. Después dio la vuelta y envolviendo se en su capa retomo su camino. 

 A su espalda el agua comenzó a brotar con fuerza del suelo inundando por completo la aldea de la que solo se salvo el montículo del horno convertido en un islote en medio del lago, que todavía hoy permanece fuera del agua y según aseguran los vecinos nunca se inunda por más que aumente el volumen del lago. Algún tiempo después los supervivientes volvieron al lago para intentar rescatar las campanas de la iglesia, con la ayuda de dos bueyes consiguieron rescatar una, quedando la otra enterrada para siempre en el fondo del lago.

 Dicen las lenguas de doble filo que en la noche de San Juan, la campana sumergida suena con el toque de gloria…pero solo aquellos de corazón limpio y generoso pueden oírla.

Curiosamente esta leyenda, pasado el tiempo se convirtió en una profecía. El 9 de Enero de 1959 se derrumbó una presa construida en el cauce del río Tera y una avalancha de agua sepultó el pueblo de Ribadelago matando a 144 de sus habitantes. Los fallos en su construcción y la mala calidad de sus materiales fueron los causantes, aunque nunca se investigó ni se castigó a los culpables. El general Franco empezaba a inaugurar pantanos y no era cosa de fastidiarle el evento. Los supervivientes fueron realojados en una nueva ubicación y a otra cosa. Quizá por eso ahora la campana suena también en enero con un triste tañido de difuntos…

 


AUDIO.-Voz en off y producción: Luis García Orihuela

 

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