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POSDATA Digital Press|Argentina
Generalmente, los colores tienden a evocar emociones, sentimientos y sensaciones en los seres humanos. Pero, ¿te has preguntado por qué el color blanco nos tranquiliza o por qué el color amarillo lo relacionamos con la creatividad? Hoy, en este artículo responderemos a esas interrogantes.
En primera instancia, los colores no existen realmente como tal, son interpretaciones hechas por nuestro cerebro para almacenar información sobre determinados objetos. Es por ello que tendemos a relacionar el rojo con los tomates o el anaranjado con las zanahorias, incluso con ciertas formas. De esa manera, podemos distinguir entre objetos que comparten la misma tonalidad.
Generalmente, los colores tienden a evocar emociones, sentimientos y sensaciones en los seres humanos. Pero, ¿te has preguntado por qué el color blanco nos tranquiliza o por qué el color amarillo lo relacionamos con la creatividad? Hoy, en este artículo responderemos a esas interrogantes.
En primera instancia, los colores no existen realmente como tal, son interpretaciones hechas por nuestro cerebro para almacenar información sobre determinados objetos. Es por ello que tendemos a relacionar el rojo con los tomates o el anaranjado con las zanahorias, incluso con ciertas formas. De esa manera, podemos distinguir entre objetos que comparten la misma tonalidad.
Al igual que el sonido, el color es una onda, solo que esta se genera a partir de la luz reflejada por los objetos. En Steemit, lo definen como “un rebote de ondas electromagnéticas en los objetos”. Ahora bien, estas ondas están compuestas por diversas longitudes, de las cuales pocas son detectadas por los fotorreceptores de nuestros ojos e impresas por el cerebro.
Tal como mencionamos, los colores propiamente no existen. Así que, para poder detectarlos necesitamos recibir un impulso de luz más brillante y contar con células cónicas –situadas en la retina– que respondan a esas longitudes de ondas. Específicamente a tres de ellas:
Esos tres espectros de ondas electromagnéticas son la base de la teoría tricromática de Young-Helmholtz, la cual establece que los seres humanos solo podemos ver una porción del espectro electromagnético (de 400 nanómetros a 700 nanómetros). Sin embargo, es más que suficiente para que podamos percibir millones de colores.
El hipocampo: área de la corteza cerebral encargada de procesar determinadas longitudes de onda
Así pues, esas longitudes de onda se envían directamente a nuestro cerebro, donde el hipocampo se encarga de memorizar esos datos. Pero, ¿qué tiene que ver el hipocampo con la forma cómo nos relacionamos con los colores? Esta área de la corteza cerebral se combina con la amígdala –encargada de las emociones– para decidir qué es importante y qué información queremos retener en nuestra memoria.
Durante ese proceso, las longitudes de ondas pueden afectar nuestras vías neurológicas y consecuentemente crear una respuesta bioquímica. De hecho, algunas investigaciones sugieren que cada color tiene asignado una longitud de onda específica. Incluso, que cada uno de ellos afecta a nuestro cuerpo y cerebro de forma distinta. Por ejemplo, los colores de baja longitud de onda promueven la calma y la concentración. El verde se ubica dentro de esta categoría, ¿ahora entiendes por qué es sinónimo de relajación?
Por el contrario, el rojo demanda mayor longitud de onda al provocar un mayor estímulo sobre nuestras neuronas. Es por ello que tiende a llamar nuestra atención y provocar una sensación de urgencia en nuestro cerebro.
Longitudes de onda detectadas por el ojo humano
Las emociones también tienen un componente cultural
Como has notado, las emociones son provocadas por un componente fisiológico. Sin embargo, también se ven influenciadas por un factor cultural. Independiente de la longitud de onda que posean, su significado puede cambiar de una región a otra. Por ejemplo: en Europa, el color morado se asocia con la realeza pero en Asia se relaciona con el luto.
Inclusive, las experiencias vividas también pueden afectar nuestra reacción a los colores. Pongamos de ejemplo el azul, este es un color relajante y calmante. No obstante, en algunas personas puede que no provoque esas sensaciones, sino todo lo contrario. Posiblemente porque ese individuo ha desarrollado alguna fobia al agua por un trauma de la infancia. Entonces, cuando percibe ese color en vez de tranquilizarse, se agita. De cierto modo, eso sucede porque las experiencias moldean nuestra memoria, especialmente las vivencias que nuestro cerebro asocia con emociones.
El efecto que los colores tienen en la percepción y en el comportamiento de los seres humanos se reduce al término “psicología del color”. Esta rama de la psicología establece que cada color tiene un significado en nuestro subconsciente. Por ende pueden hacernos sentires alegres, tristes, relajados e incluso ayudarnos a percibir el desorden.
Entonces, ¿qué efectos provocan los colores en nuestro cerebro?
Las emociones, sensaciones y sentimientos que provocan los colores están predeterminados por el espectro electromagnético que nuestros ojos son capaces de percibir. En ese sentido, se dice que:
El rojo tiende a reducir la velocidad del cerebro
Tal como señalamos anteriormente, el rojo es un color que demanda mayor grupo de neuronas. Por ende, tiende a estimular más nuestro cerebro (reduce su velocidad) y a capturar nuestra atención con mayor facilidad. Posiblemente por ello las notificaciones de Facebook y la señal de stop de los semáforos se presentan en color rojo.
El azul promueve la creatividad y la compresión lectora
El azul es un color de baja longitud de onda. Por tanto, tienen a producir un efecto relajante en nuestro cerebro. Precisamente por eso es que los asociamos con el cielo y el agua, pues no genera calma y tranquilidad. Según los expertos, el azul incrementa la productividad y mejora nuestra comprensión lectora al estimular positivamente el hipocampo.
El verde mejora la concentración
Al igual que el azul, el verde es un color de baja longitud de onda que tiende a relajar nuestra vista, fomentar la concentración y la calma. Por eso cuando nos rodeamos de paisajes verdes o nos adentramos en un bosque, los niveles de estrés disminuyen, incluso nos ayuda a recordar mejor. Ciertamente, por eso lo utilizamos para resaltar palabras claves en apuntes.
El anaranjado aumenta el suministro de oxígeno en el cerebro
Por su parte, el anaranjado aumenta el suministro de oxígeno en el cerebro, provocando un efecto vigorizante y mejorando nuestras interacciones neuronales. Así que, este color lo relacionamos con el ánimo, el aprendizaje y la energía por efecto que tiene en nuestra actividad mental.
El amarillo activa la producción de serotonina
Al igual que el anaranjado, el amarillo impacta positivamente en nuestras neuronas. De hecho, tiende activar la producción de serotonina, la hormona de la felicidad, por eso es que se relaciona con alegría y felicidad.
Es evidente que los colores afectan nuestra corteza cerebral y sistema nervioso de diferentes maneras. El espectro electromagnético detectado por el ojo humano influye en el funcionamiento de las conexiones neuronales, provocando una reacción física en el hipotálamo y, consecuentemente impactando en nuestro estado de ánimo. Esa es la razón por la que reaccionamos de diferentes maneras a los colores.
Fuente:https://www.tekcrispy.com/
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