When I’m sixty four
“Ancianos” de sesenta y cuatro años, somos una generación de cambio. Le rendimos pleitesía a nuestros padres y hacemos lo mismo con nuestros hijos
Opinión - La columna de Eduardo14/12/2018 Eduardo ServentePor Eduardo Servente | Ingeniero Civil
Posdata Digital | Argentina
Hace más de cincuenta años Paul McCartney escribió y publicó junto a The Beatles una canción que fue muy criticada por ser “livianita” y superficial, en la que le expresaba a su amada con esperanza lo que sucedería muchos años después entre ellos cuando él tuviera sesenta y cuatro años. Él los pasó hace más de una década, yo estoy llegando en estos días.
No quiero hacer notar acá si tengo a mis nietos sobre mis rodillas o si podremos alquilar una cabaña en la isla de Wight, sino que quiero analizar la relación de nuestra sociedad con las personas adultas y con varios años de experiencia.
Recuerdo que cuando transitaba por mis lozanos veintipico consideraba, como todos mis pares, que aquellos que rondaban esos sesenta y cuatro años, o algunos años más o algunos años menos no solo eran personas que se las veía ancianas, sino que siempre permanecíamos callados ante cualquier comentario o silencio con lo que nos exponían todos sus conocimientos adquiridos durante tantos años. Escuchábamos sus experiencias y tratábamos de aprender.
Hoy creo no equivocarme si digo que esos “ancianos” de sesenta y cuatro años en general estamos mejor físicamente y tenemos la misma experiencia de aquellos que veíamos con respeto en ese entonces, pero también siento que los ahora jóvenes de veintipico no callan atentos ante nuestras palabras o nuestros silencios. Los tiempos han cambiado.
En algún aspecto es bueno que esa juventud no se quede callada y es sano que interactúen con sus mayores, pero existe una deformación en la sociedad que esa interacción se transforma en falta de consideración y falta de respeto. No se valora la experiencia vivida y esa característica arrolladora natural de la juventud, hoy se vive como un avasallamiento sin el más mínimo respeto.
Somos una generación de cambio. Le rendimos pleitesía a nuestros padres y hacemos lo mismo con nuestros hijos. Fuimos parte de esa revolución social mundial de los ’60 rompiendo las estructuras de un mundo anquilosado y les entregamos los cambios logrados a la siguiente generación sin haberlos disfrutado.
Desde mi juventud escuchaba a mis ídolos cantar “cuando tenga sesenta y cuatro años” y lo sentía muy lejos en mi vida, pero llegué y lo que siento es que no es como lo suponía entonces cantando esa canción; no siento ni las bondades que suponen una vida en otro tipo de sociedad, ni siento el respeto de las generaciones más jóvenes como lo manifestábamos nosotros.
La sociedad está cambiando, el mundo está cambiando. Ojalá supiéramos aprovechar las experiencias vividas y tomar los buenos ejemplos y saber ver los malos. Ojalá pudiéramos influir para que esos cambios sean para bien.
Llegué a mis lozanos sesenta y cuatro años, sigo cantando esa canción como en mi juventud, y sigo mirando mi ojalá largo futuro con toda la esperanza intacta.
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