100 años
El día de hoy, Roberto Servente, mi padre, cumpliría 100 años. Partió hace siete años, pero nos dejó infinidad de enseñanzas
Opinión - La columna de Eduardo 08/10/2020 Eduardo Servente
POSDATA Digital Press | Argentina
Hoy, el día que publico esta nota, 8 de octubre de 2020, mi padre Roberto cumpliría 100 años desde su nacimiento.
Partió hace siete años y nos dejó infinidad de enseñanzas.
Ingeniero civil de profesión, dedicó su vida a la construcción y mucho podríamos hablar de su carrera porque no pasó desapercibido en su actividad.
Sin duda un hecho en sus lozanos 39 años marcó su vida e hizo de él una persona conocida y con fama, por haber sido el único sobreviviente de un accidente de aviación en el mar, cerca de Mar del Plata. Ese accidente de enero de 1959 lo marcó fuertemente en su carácter además de transformarlo en alguien del que todos tenían referencia.
Hijo de un inmigrante italiano, recibió lo que conocemos como una educación tradicional, habiendo nacido en La Plata y mudado a la ciudad capital a la edad de 6 años. Recibido de ingeniero y después de un largo noviazgo se casó con quien iba a ser la madre de sus hijos.
Luego de su casamiento tuvo a dos de sus hijos y años después apareció en su vida su gran amor. No podemos hablar de Roberto sin mencionar lo que significó para él ese amor puro e indisoluble.
Un tiempo después de esa aparición nací yo, en medio de una turbulencia familiar con muchas faltas de definiciones.
Aquellas épocas eran muy distintas a las de ahora y no era común romper familias y seguir con la vida. Poco a poco y con varias peleas, entre los tres protagonistas llegaron a un acuerdo tácito y explícito y mantuvieron hasta su último suspiro una complicada doble vida conformada por una ficticia “familia unida” para los miembros de esa familia y un amor verdadero para el resto de la sociedad.
Muchos pueden tener una visión criticable de lo narrado, pero yo tengo otro punto de vista, quizás por haberlo hablado con él y haberlo comprendido, siento que su actitud me transmitió compromiso, respeto, sinceridad y amor.
Esos valores son muy distintos al quedarnos con otra óptica y vivir en falsedad. Y justamente por no soportar esa falsedad fui el único de la familia que me acerqué a él a hablar abiertamente de todos sus sentimientos, y así poder comprenderlo.
Su padre, aquel inmigrante le enseñó que el esfuerzo y el conocimiento eran las herramientas principales para alcanzar logros en la vida, y éstos solo llegaban por el mérito de haberlos logrado. Esa enseñanza, transmitida a las generaciones siguientes lo alejó siempre de los caminos fáciles, pero tramposos. Enemigo y crítico de los grandes actos de corrupción que marcaron tantas veces a nuestra sociedad, se enfrentó con colegas con otra visión de los hechos.
No pretendo con estas palabras santificar su memoria, pero sí dejar en claro que el camino marcado por él fue el de hacer las cosas como se debía, sin trampas, sin traiciones, sin privilegios.
El ejemplo y la enseñanza llega a algunos y a otros no, pero lo importante en él es que ha marcado ese camino con palabras y con sus actos que algunos habrán sabido ver y escuchar, y otros no.
Tenía un carácter retraído que lo hacía parecer hosco y muchas veces de mal humor, pero siempre fue una persona muy tierna, aunque solo se abrió a muy pocos.
Tenía esa mente de ingeniero que nos hace ser curiosos y resolver los problemas de la mejor manera posible. Cuando se le presentaba el inconveniente buscaba por sí solo y sin ayuda la forma de resolverlo, siempre lo entendí porque ese gen me lo transmitió muy fuerte. Así fue, por ejemplo, que sin saber nada de conceptos náuticos compró un velero y solo por observación y razonamientos sobre la composición de fuerzas salió navegando.
Esa mente de ingeniero lo ayudó a resolver el problema central de su vida aquella noche de tormenta en el mar y supo hacia donde nadar. Y también esa misma mente le hizo organizar su vida como la pudo resolver.
Hablaba de sus intimidades y sentimientos con pocos. Con Gustavo, su quizás único amigo, con el amor de su vida, y conmigo que, como dije más arriba me supe acercar ante su necesidad de abrirse y ser transparente.
Su padre, mi abuelo, le enseñó a trabajar con esfuerzo y ganarse los lugares en la vida con mérito, característica fundamental de aquel inmigrante italiano. Él nos enseñó a quienes lo quisimos escuchar que los lugares en la vida se ganan con mérito y con procederes rectos.
El día de hoy, Roberto Servente, mi padre, cumpliría 100 años. Partió hace siete años, pero nos dejó infinidad de enseñanzas.
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