Un profesor muy especial
Cuento seleccionado en el Concurso Internacional de Cuentos Cortos por la No violencia y la Reconciliación. Parques de Estudio y Reflexión Gran Canaria.
El Arca de Luis29/11/2023 Luis García OrihuelaPOSDATA Digital Press | Argentina
Por Luis García Orihuela| Escritor| Poeta| Artista plástico| Columnista internacional
Don Eusebio había sido citado al despacho del director del colegio. La conversación había tratado sobre su incorporación como nuevo profesor en la institución, su bienvenida oficial al Centro y ponerle en antecedentes sobre qué tipo de alumnado iba a tratar en su clase.
Aleccionado por el director, salió del despacho cerrando la puerta tras de sí. Sabía la hora que era, sin necesidad de mirarla. Aun así, dirigió la vista al imponente reloj del pasillo. Llegaba cinco minutos tarde, a su primera clase como profesor.
— Esto no puede ser. La puntualidad siempre es importante. — Dijo en voz alta, Don Eusebio, mientras se atusaba sus blancas barbas.
Todos los niños estaban en sus aulas y los pasillos vacíos. Miró una vez más al gran reloj y sus saetas corrieron hacia atrás, hasta ponerse en la hora de inicio de las clases.
Entró a su aula pillando a los alumnos por sorpresa.
Parecía que se había iniciado una batalla campal, en la que media clase se pegaba contra la otra media. Sin embargo, al descubrir su presencia, cesaron en las hostilidades.
— ¡Buenos días, a todos! Soy Don Eusebio, su nuevo profesor y he de decirles que, su violencia, no me ha satisfecho nada en absoluto.
Todos enmudecieron y comenzaron a sentarse en sus pupitres.
—No, por favor, no se sienten. Hoy, la clase, la daremos fuera de estas cuatro paredes. Dejen aquí todas sus cosas. No las van a necesitar.
De pronto y sin saber cómo, se encontraron todos en el interior de un fantástico jardín, como nunca hubieran visto otro. Los niños respiraron aliviados al saberse fuera del colegio. Era un día con un hermoso sol que embellecía plantas, árboles y flores.
Había un ligero viento fresco, muy agradable.
– ¡Mirad! –dijo, Don Eusebio, señalando un pequeño riachuelo frente a ellos– Ved como fluye en armonía con el resto del paisaje y os ofrece su fresca agua. No se pelea con su entorno, Al contrario. Se amolda a él.
Fijaros ahora en los pájaros. No se pelean por estar en rama alguna. ¿Visteis alguna vez que lo hicieran?
Los niños se miraban entre sí. No sabían que decir y se sentían avergonzados por su conducta en la escuela.
De esta forma, fue Don Eusebio, embutido en sus sandalias romanas, llevando a sus alumnos por todo el jardín. Les hablaba de las rosas en los setos, de los nenúfares que veían en el lecho del río, del jazmín o de las margaritas.
– ¿Veis, mis queridos niños? Todos conviven en paz, amor y armonía. No necesitan de la violencia para ser respetados o sentirse importantes. Todos sois únicos y así deberéis de sentiros siempre.
De la misma manera que todos ellos habían aparecido en el jardín, regresaron al aula del colegio. Nunca hablaron de aquella clase con nadie, pero tampoco fueron capaces de olvidarla.
Sonó la campana de fin de la clase y de Don Eusebio no volvió a saberse más.
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