Disertación:Dr. Alejandro Vaccaro, presidente de SADE Nacional. Este jueves 23 de noviembre | 17 h | Av. Colombres 420| Lomas de Zamora
Un simple cuento de reyes
Tan ocupado estaba Juan, que se había olvido de algo tan simple y hermoso como una noche de reyes
Columnas - La Palabra05/01/2021 Jorge Alberto RampininiPOSDATA Digital Press | Argentina
Por Rampinini Jorge Alberto | Escritor | Miembro de la SADE |Socio de la Academia Argentina de Letras | Profesor en Tecnologias de información y comunicación
Ese día, cuando Juan regresaba caminando a su casa, por el viejo sendero lleno de tierra suelta que se arremolinaba bajo la suela de sus zapatos, una suave brisa golpeaba su cara. Ya se hacía tarde y el sol se estaba ocultando entre los árboles, en su mayoría, pinos de distintas tonalidades de verdes, en las montañas del sur. Al poco tiempo de andar se encontró con Andrés que iba muy rápido, casi corriendo podría decirse: - ¡Eh! ¡Andrés! ¿A dónde vas tan apurado? – Le gritó Juan para que pudiera escucharlo, ya que pasó a su lado sin siquiera mirarlo.
— Es que se está haciendo tarde y tengo que encontrar a los Reyes Magos. Tienen que llevar algo para mis hijos y aún no he podido hacerles el pedido. – respondió Andrés.
— ¡¿Que?! Los Reyes Magos, ya vienen, ¡cómo se me paso! – dijo incrédulo Juan.
Tan ocupado estaba Juan, que se había olvido de algo tan simple y hermoso como una noche de reyes, de realizar su pedido, pero, aunque sus hijos seguían creciendo, y, ya hacía tiempo que no volvía a pasar con los suyos un momento tan mágico, el encuentro con su amigo logró despertar su ilusión y ansiaba poder llevarles algo, incluso a su esposa ya que se dijo a si mismo
— Todos tenemos niños en nuestro interior y hay que cuidarlos, debemos siempre alimentar con las simples cosas esa ingenuidad y amor por ellas.
Salió entonces apresurado a la ciudad, a buscar a los reyes. Son tres, se dijo, así que no debe ser difícil encontrarlos. Buscó en tiendas, negocios y en la calle, pero no podía verlos. Tal vez ya no estén con ropas largas y barba, los tiempos cambian, pensó.
Fue hasta la escuela a ver si alguien sabía algo, pero claro, como van a ir a la escuela si ya es de noche. Fue a la Parroquia y le preguntó al párroco, quien le contesto:
— Juan, tal vez deberías buscarlos más con tu corazón y tu fe, el amor no es corpóreo o material.
Esto lo confundió más. Así paso toda la noche caminando y buscando, hasta que amaneció.
¡Ya era 6 de enero! Entró en su casa y al mirar sus manos, vio que tenía varios regalos, los apretaba contra su pecho para poder sostenerlos.
— Pero ¿cómo puede ser? – se preguntó - ¿Cuándo fue que estuve con los Reyes Magos y me los dieron?
Vio también que junto con lo que él llevaba, su familia lo esperaba con algo para el también. Regalos simples, que transmitían un enorme afecto.
Se fue feliz, paso un momento maravilloso con los suyos, pero aun sin la respuesta buscada. En el camino, se volvió a encontrar con su amigo Andrés y le pregunto:
— ¿Encontraste a los Reyes?
— ¡Claro, por supuesto! ¿Y vos? – consulto Andrés
— Yo no sé, simplemente, esta mañana pude llevar los regalos. Pero cuándo y cómo me los dieron los Magos, eso no puedo entenderlo. – contesto asombrado.
— ¡Juan! ¡Juan! – le dijo Andrés – Tu siempre estas sin poder ver las cosas simples. La realidad es que lo que no has comprendido es que el único y verdadero regalo que con tu magia has llevado, es el amor verdadero. Y con eso es suficiente para que los Reyes hayan estado a tu lado. – Dicho esto, continúo caminando.
Juan, también se fue por el viejo sendero lleno de tierra suelta que se arremolinaba bajo la suela de sus zapatos, pero algo en él había cambiado. Y estaba seguro de que sería para toda la vida, porque pudo comprender, que con muy poco y sin ser rey, la magia todos la tenemos.
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No comprende que para lograr algo es inevitable el esfuerzo del trabajo.
Una sola palabra, muchísimo más poderosa que el tiempo o edad. Raza o religión. Que no diferencia belleza o color
El trazo que dejaste al dibujar tu amor en mi persona en forma profunda, dolorosa, sangrante hasta el final de los tiempos, aunque el destino dictase que no estés a mi lado, nada ni nadie podrá borrar.